Por: Rogsel Castillo / @Rogsel
A todas las personas que han pasado
por mi vida, no a todas las amé, aunque a todas las recuerdo.
Tampoco creo que llegaré a amar a
todos y cuantos me esperen a lo largo del camino, a todos quienes estén
determinados a aparecer en mi futuro. Solo podría asegurar una cosa: en lugar
del odio preferiré no juzgarte.
En lugar de reaccionar por tus
defectos o por tus maltratos, desempolvare tus miedos, inseguridades, y notaré
que al final, igual que yo solo buscas al amor. Quizás no lo entregas, quizás
no has conseguido la forma. Yo buscaré no apuntarte con mis ojos, con mis
dedos, buscare recibirte, y dejarte ir de la mejor manera posible.
Hemos aprendido a reírnos de los
chistes que se burlan de situaciones ajenas. Podemos burlarnos de nosotros
mismos, pero que esa risa no constituya un agravio al sentimiento ajeno. Nunca.
Es así como entendí al amor como a la
pulpa de la fruta. Dulce o amarga, deliciosa, cuyo jugo se esparce entre las
manos, néctar derramado entre los dedos. El mango: una bomba de hilos cremosos
y mojados, exuberantes; el cambur: explosivo, noble, potenciador de emociones;
las fresas, desconfiadas, agridulces, agrias o más dulces, depende de ellas,
irreverentes, románticas; la lechosa, confieso que no era de mi agrado, su olor
no me parecía coherente con su sabor, ahora, es mi fruta predilecta, crea en mi
paladar un entorno sabor a vainilla, -no es una locura- es el amor.
Quiero corregirme, quiero explicarme,
que el amor no existe en todas sus formas, el amor es uno solo, es puro,
asimétrico, latente. Las formas no tienen nada que ver con el amor, el sexo, el
color, los gustos, las coindicidencias y las diferencias, la ignorancia y la
verdad, solo han sido construcciones idealizadas por los hombres no solo para
excusar al amor, sino para definirlo. Me pregunto entonces si cada uno de
nosotros amaría igual, como lo hacemos ahora, en cuerpos sin piel, sin sexo,
cuyas venas fueran el molde y envase, la primera mascara del ser humano.
Quiero corregirme, quiero explicarme,
que tampoco pretendo amar incondicionalmente a quienes nos dañan, asechan con
sus bajas energías, y pretenden en cada acción desmejorar nuestra estabilidad y
destruirnos. Tampoco quiero pedirte perdones como mandato universal, esa es una
decisión personal, ajena. Pero si creo que se pueden redefinir las relaciones
interpersonales. Que no tendríamos por qué integrar a nuestra vida a personas
que su única finalidad, consciente o inconscientemente es ponernos a vibrar
como ellos. Confío que -sin ánimos de juzgar- podemos dejar ir lo que no está
en sintonía con nosotros, y eso no nos hace selectivos, nos hace
saludables.
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