Por: Rogsel Castillo
Y ¿qué
es entonces? No fue una mañana como todas las
anteriores, aunque a la misma hora me encontraba haciendo lo mismo: lavando el
plato de mi desayuno. En voz alta verbalicé: “qué mal tratada está la muerte en
nuestra cultura, ¿no te parece?", le preguntaba a una amiga. Descolocada,
sorpresiva, me respondió: “¿mal tratada?" "Sí, cuando se te va esa persona duele muchísimo, te 'derrumbas'", y en sus
palabras encubría el argumento “tú sabes de qué te hablo”.
Y claro que lo sabía, “¿pero no debería
tomarse o entenderse como algo natural?”, le pregunté,
“¿natural?" Me preguntó como si realmente no lo
fuera, como si mi pregunta desnaturalizara la vida.
Me retiré de la
conversación. Un poco confundida, no quise ofender con mis palabras el vacío de
aquellos que ya se habían ido. Conocía muy de cerca el sentimiento que dejaba
la ausencia irreversible. Pero, seguía cuestionándome, ¿y si independientemente
de la cultura nos hubiesen fundamentado en la conciencia colectiva que tenemos
que amarnos, cuidarnos y valorarnos, darnos y entregarnos, apreciar nuestra
belleza, entendiendo que todos tenernos una fecha para cerrar el gran ciclo: la
vida, que todos vamos a morir, y que el proceso en vez de ser un evento
destructor emocionalmente por el vacío físico que deja, se desarrolle un
entendimiento consciente, sin miedo?
En vías de comenzar mi
día, pensaba en mis ideales de socialización, entendimiento, crecimiento y
posturas ante la vida y la muerte. Sabía que para llegar a esa premisa que le planteaba a mi amiga,
tenía un largo camino por recorrer. Sin miedo.
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